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La autoridad como fundamento para una crítica de los estilos de vida

Autor:
  • Facundo Ponce de León (Universidad Católica del Uruguay)
Resumen:
Si hubiera que interpretar la realidad regional y mundial de las últimas décadas, sirviéndose exclusivamente de la obra de Hannah Arendt, se podría decir lo siguiente: 
- El crecimiento económico ha servido al animal laborans pero cuánto aporta al desarrollo de la acción, la libertad y la política.  
- El auge del consumo como fin de la vida activa puede abrir las puertas a la banalidad.
- La banalidad impide las relaciones de autoridad que nuestra tradición hereda de la auctoritas romana.
- Un estilo de vida sin autoridad perpetúa el statu quo, impide el desarrollo y la implicancia de la persona en el fortalecimiento del espacio público.  
La ponencia tratará de dilucidar este último punto. Si la autoridad se aloja en el tiempo humano, entonces no es una propiedad exclusiva de la persona. A diferencia de lo que se cree, no hay individuos que sean una autoridad para los demás; lo que hay  son personas que tienen la capacidad de, a veces, captar y transmitir a otros la estructura temporal que da sentido a las cosas. Son otros quienes le reconocen que dio sentido a una acción o a un hecho. En ese momento de reconocimiento se generó un hecho de autoridad, pero no porque la persona sea autoridad, sino porque captó ese tiempo que está fuera de él. Los romanos acuñaron la auctoritas para expresar este modo de relacionamiento.  
Para Hannah Arendt el mundo moderno liquidó esta matriz y anuló la autoridad. Con respecto a la idea ilustrada de sobreponerse a toda relación jerárquica, basta recordar lo que escribían Diderot y d´Alembert en la Enciclopedia respecto al término autoridad: 
¿Qué importa que otros hayan pensado igual o diferente de nosotros, mientras nosotros pensemos con corrección, según las reglas del buen sentido y con arreglo a la verdad? Es bastante indiferente que vuestra opinión sea la de Aristóteles, con tal que respete las leyes del silogismo. ¿Para qué sirven esas frecuentes citas, cuando se trata de cosas que dependen únicamente del testimonio de la razón y los sentidos? […] Los que carecen de suficiente capacidad como para pensar por sí mismos se contentan con pensamientos de otro…
Esta afirmación resume un ideal que atraviesa el proyecto de la modernidad. Se sistematiza un descrédito de la tradición, del mapa que permite ubicarnos en esa inmensidad que es el pasado. Sin tradición quedamos sin historia, sin recuerdos y sin memoria, «corremos el riesgo de olvidar y tal olvido- aparte de los propios contenidos que puedan perderse- significaría que, hablando en términos humanos nos privaríamos de una dimensión: la de la profundidad en la existencia humana (…) el hombre no puede lograr profundidad si no es a través del recuerdo.»
En el encuentro con la temporalidad se activarán los procesos de autoridad que son a su vez entrenamientos de la capacidad de juicio, esto es, del discernimiento y la responsabilidad. Tener gravitas (una virtud cívica clave para los romanos) es ser capaz de aceptar el peso de la tradición y responder por ella, saberse atado (religado) a una fundación que da sentido a las acciones y, en definitiva, a los estilos de vida. ¿Cuáles serían hoy las fundaciones sobre las que recuperar las relaciones de autoridad? ¿Qué rol juega la tradición en el ámbito público en relación a las ideas de innovación, novedad, agencia? ¿Es posible juzgar desde el trasfondo de la autoridad (y de su obliteración) los estilos de vida? 
 
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